Anoche tuve un sueño.
Yo estaba parada frente a Luis Manuel Otero Alcántara, uno de los líderes del Movimiento San Isidro, ese grupo de artistas y ciudadanos en la isla que ha sido una de las chispas del motor de arranque de este momento de la historia de Cuba. Un momento en que el pueblo cubano comienza a recuperar su voz. Y cuando han salido valerosamente a las calles, a pesar de los pesares, arriesgando sus vidas con tal de romper las cadenas de una dictadura de 62 años. Luis Manuel se encuentra actualmente desaparecido. Desaparecido por el Estado.
En mi sueño, sin embargo, yo aún estoy cara a cara con él, los dos parados sobre el agua, a varios pies de distancia. De mi pecho a su pecho, sale una raíz retorcida que nos conecta, corazón a corazón. Espinosa por partes, manchada de sangre. Y por partes, apenas floreciendo con botoncitos de color naranja flamboyán. En otras partes, es de metal. Pero esas partes brillan con una luz que intenta curar lo oxidado. Ambos, Luis Manuel y yo, nos miramos cara a cara y yo siento entonces que mi corazón, halado desde su raíz, va a salírseme del pecho. Pero no se sale, sino que se aferra con más fuerza, vibrando dentro de mí. Conectándonos.
“Estamos conecta´os”, así termina Luis Manuel muchos de sus videos en las redes sociales, hablándole a la gente de nuestra isla. Y yo siento esa conexión también fuera de la isla, en nuestra diáspora.
Todos estamos conectados
Junto a este intensísimo sueño, recién hemos despertado de una pesadilla en la que Cuba es ese sitio al cual va la gente a divertirse a pleno sol, mientras que, de puertas adentro, una dictadura doblega brutalmente a un pueblo puesto de rodillas.
Es una pesadilla en la que nadie oye nuestras voces, a uno y otro lado del mar. Ni las voces de dentro de Cuba, ni las Casandras de la diáspora.
Somos descendientes de hombres y mujeres que se lanzaron al mar. Algunos de esos cuerpos se hundieron hasta el fondo brutal del océano, mientras intentaban escapar en balsas improvisadas con neumáticos y retazos de lona.
Somos descendientes de gente que vitoreaba “el año que viene en Cuba”, hasta que la frase les laceró la garganta. Hasta que perdieron toda esperanza. Y ahora llevamos esas voces dentro de nosotros y las proyectamos a nuestro mundo.
Somos los que huyeron en 1959, en 1961, en 1974, en 1980, en 1994, en 2014, y ayer.
Somos los que hemos tenido que ver a los estudiantes norteamericanos usando al Che y a Fidel en sus T-shirts. Imágenes que, para nosotros, equivalen a la daga de un capirote blanco junto a una cruz de fuego.
Le hemos enviado recursos a cada una de nuestras familias. Las hemos alimentado cuando el gobierno los dejó sin comida. Nunca le aplicamos ningún embargo a nuestro pueblo, únicamente a su gobierno.
El régimen cubano engordó a costa de acuerdos con empresas foráneas, mientras nuestro pueblo sufría hambruna. El régimen cubano ha culpado al embargo estadounidense, cuando ellos mismos constituyen el bloqueo. Tal como les contesta en una canción el rapero cubano David D´Omni: “El bloqueo aquí eres tú, que no quieres dar la luz”.
Lo que hemos sabido durante generaciones, el mundo por fin lo sabe ahora. O más bien, apenas comienza a saberlo. Porque hay muchas historias que contar, muchas historias que deberán ver la luz.
Hay mucho por hacer. Este es sólo el comienzo.
El pasado sábado 17 de julio, Willy Chirino se dirigió al pueblo cubanoamericano frente a la Torre de la Libertad y citó a José Martí, nuestro poeta patriota: "Cuando de la libertad se trata, todo al fuego, hasta el arte, para alimentar la hoguera".
No importa cómo se sienta esa raíz que crepita entre nosotros y nuestro pueblo en este momento, ni cuánto nos duela. Precisamente por lo mucho que duele, es que no podemos dejarla extinguir. Tenemos que mantener vivo su fuego.
Somos una cadena humana parada sobre el agua. No podemos soltarnos o nos hundiremos hasta el fondo del mar, sin llegar a ver jamás las raíces que nos conectan y resuenan en un renacer glorioso.
No hay tiempo para volvernos los unos contra los otros en este momento. No importa quién votó por quién en las pasadas elecciones. No importa si tenemos diferencias de opinión. Tenemos que unir todas las fuerzas en nuestra causa común: derribar la tiranía de Cuba, de una vez y para siempre. Es hora de que el pueblo de Cuba recupere su voz. Han sufrido para lograrlo. Los han asesinado en las calles, masacrados por su propio gobierno para lograrlo. Nuestro trabajo es amplificar sus mensajes y luchar junto a ellos en esta causa. Y educar al mundo para que entre en acción de manera pacífica.
El régimen está haciendo sus jugadas. Es un juego muy viejo que ya conocemos de sobra. Esta vez lo jugaremos mucho mejor que ellos, mostrándole al mundo las cartas del régimen, las barajas que esconden, el dominó que ellos mismos han trancado.
De pronto me asalta un nuevo sueño. Un sueño en el que todos —tantas generaciones, todas tan desgarradas— estamos de pie y nos damos un abrazo sobre la tierra firme de una Cuba libre.
Sí, estamos conectados.
Traducción del inglés: Orlando Luis Pardo Lazo
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